Monday, November 23, 2009

Uno de esos días

Un día como ayer, exactamente un año atrás, volvía yo a poner los pies sobre este suelo. Con muchas alegrías y un par de grandes tristezas a cuestas, volvía a casa. No sabía si traía conmigo una victoria o una derrota. Aún no lo sé. Quizá, hayan sido las dos.
Pero tenía bien en claro algo. Durante todo mi viaje, hubo una sola premisa, una sola ley, un único principio inquebrantable: no importara adónde fuera, siempre tenía que ser en una sola dirección - Norte. Tiene una  fuerza indescriptible, como un magnetismo vital que lo atrae todo, el caminar hacia delante. Puede que sea una mera noción simbólica, pero la gente que avanza carga con una energía particular, capaz de romper cualquier barrera. Capaz de atravezar cualquier muro. Incluso, esos que existen dentro nuestro. 
Desde que nacemos, ya estamos rodeados de muros. Todo a nuestro alrededor. Nuestro mismo sexo nos limita! Nos indica que podemos y debemos ser y hacer, así como lo que no. Y a medida que crecemos dentro de estos muros, algunos de nosotros empezamos a imaginar como podemos escaparles. Recuerdo que lo primero que quise ser cuando era niño, era domador de leones (bueno, un escape a medias); y lo segundo, astronauta. Astronauta! No hay más lejos que el espacio exterior, no? Lo tercero es lo mismo que aún hoy añoro. Y que me permitirá, aunque sea de a ratos, alejarme de toda esta gran mentira. O por lo menos vivir la ilusión, crear nuevos mundos, en los que nada venga con manual de fábrica.
Dicen que, cuando niños, nuestro cerebro es como una esponja: lo absorbe todo. Y así aprendemos la cultura que nos imponen, como les ha sido impuesta a aquellos antes que nosotros, por los siglos de los siglos. Pero poco cuestionamos sobre quiénes han creado estos conjuntos de creencias, valores, leyes y reglas - muros - por las cuales se juzga qué tan buenos o malos somos, qué tan son nuestras vidas un éxito o un fracaso somos; qué tan humanos somos. Y nos acostumbramos a crecer dentro de estos muros, a tal punto, que se convierten en todo lo que conocemos. Y algunos ni se enteran jamás, que antes de existieran las doctrinas, antes de que se empezaran a contar los siglos, antes que las cosas tuvieran nombres, el hombre no conocía nada de muros. No conocía nada de muchas cosas, y eso lo hacía mágico. Hoy sabemos mucho de las estrellas, aunque en realidad no sabemos de ellas nada... pero la magia se perdió. Y qué ganamos? Más muros...
Dentro de ellos, todo tiene sentido. Todo tiene un funcionamiento y una razón específica. Una perfecta pieza de mecánica, un engranaje obsoleto que mueve el motor de una sociedad que han creado para nosotros dentro del perímetro de lo permitido, de lo "correcto". Por eso, quien decide vivir fuera de ellos, es marginado. Es un loco o un hippie, o un vagabundo - un homeless (sin hogar). Porque quien no posee una vivienda, quien no tiene muros que le pertenezcan, por los cuales haya pagado con papeles teñidos de colores, avalados por un banco, por un estado, por un gobierno, no tiene casa... Pero quizá estos locos hayan entendido algo que ellos no quieren que todos sepamos: que no tenemos que comprar nada, porque ya es nuestro en primer lugar! Que este mundo es la herencia de toda la raza humana y todas las especies animales y vegetales y todo organismo que en él habita! Pero si fuera así, esos muros ya no tendrían sentido. Y como pasamos nuestras vidas enteras dándoles sentido, convenciéndonos de que está bien, preferimos dejarlo todo así... funcionando.
Pero que voy a saber yo de todo esto, si hay un techo por sobre mi cabeza y un piso bajo mis pies. Por eso hablo de romper muros, desde la inigualable comodidad de mi hogar, este hermoso palacio de cuatro muros (de yeso!) en donde soy rey y esclavo a la vez, en este, mi propio reino de la hipocresía...



Con permiso de la Madre Naturaleza que, al fin de cuentas, me ha dado este cerebro y la sangre que llega a él desde mi corazón, haciendo (des)uso del mismo, me he animado a componer un poema que dispongo a compartir con ustedes. Lo he titulado "Poema Idiota":

Desde hace un año visto de negro. Ya no me divierto y me escondo de la manada. No me dan más ganas de nada, me estoy poniendo viejo. Me veo hundirme en el reflejo, con mis ropas rasgadas y la luz apagada. Como una duda en el espejo.

Solía ser festivo, y quebrarme a carcajadas. Por la ventana de un colectivo, ver la vida pasar, a los pibes jugar y los viejos sentados bajo el sol de la mañana. Pequeños detalles de la vida cotidiana, a los que hoy les soy esquivo.

Me nace con urgencia, demostrarme que sigo vivo. Pero al rato me olvido, me distraigo con trivialidades, me pierdo en la indiferencia. Se me va acabando la paciencia, me canso de estar perdido. Todas mis preguntas, todas mis verdades. Todos mis bienes y todos mis males, en el bolsillo de mi abrigo.

De vez en cuando algún amigo, me saca de mi pereza. Me rescata de mi locura, me hace olvidar alguna pena que opaca mi corazón. Pero el problema está en otra dirección, se encuentra dentro de mi cabeza. Es esa gran llanura, a la que llamamos razón.

Para cerrar, me tomo la libertad de dejarles tan sólo una pizca de un verdadero poema, concebido en forma de canción, por un verdadero poeta, un rey de la palabra y esclavo de la sociedad, Carlos Alberto Solari:

"... Perdonen mi ocurrencia, son mis modales así... Ya casi nunca atiendo (disfruto mi enfermedad). En manos de pavotes todo el sueño quedó. Disfrutá los placeres qu ete quedan sin dañar..."

No comments:

Post a Comment