Thursday, December 31, 2009

Próxima estación: 2010

Acaso sea esta la fecha en la que los fantasmas del pasado y del futuro más se pasean por mi casa, haciendo y deshaciendo, por puro antojo nomás. Ya bastante me acosaron ése año, de modo que les avisé que les quedaba tan sólo un día más. Siempre se habían portado bien conmigo, hasta ése año. Pensé que iba a escribir algo alegre, pero no. Tampoco se si estoy triste, pero de alguna manera las palabras me saben un tanto amargas... será que los fantasmitas estos han hecho bien su trabajo.
Mucho me hecharon en cara ése año; por cosas que hice y por cosas que dejé de hacer. Y tanto más me han perturbado, preguntando por lo que iba a hacer... cuántas noches me he encontrado, sólo e indefenso, sin saber qué contestarles. Cuántos días he comenzado sabiendo que no llegaría a ningún lado. Cuántas tardes he llorado, sabiendo que la noche llegaría, impecablemente injusta, sin piedad para mis penas de cartón.
Y así fue que se me pasó un año, ocupado en ser infeliz.

Nunca se lo dije a nadie pero, bien adentro mío, sueño con ser el mejor en todo lo que hago. De modo que ése año dejé que la tristeza me invadiera, identificándome con todo dolor, cualquier dolor, alzando toda bandera que sufriera, viviendo toda injusticia, sintiendo todo vacío... pensando que, así, mis ojos se secarían de lágrimas. Pero la tristeza es el motor de los infelices. Y me condujo a lugares antes desconocidos que, supongo, era necesario saber que existen.
Hoy me digo: para hacerse hombre, uno debe sufrir. Aquéllos que no sufren, aquéllos que no lloran, aquéllos que se hacen de piedra, no son hombres; son cobardes. Requiere de mucho coraje el poder sufrir, porque es fácil entrar, pero muy difícil es salir.

Supongo que, cuando mire hacia atrás, podré apreciar ése año como uno especial. Hasta quizá me ría de él. Entenderé que, sin él, no podría nunca haber sido feliz. Algo así como "sólo al perder el Norte, uno encuentra su camino". Deseo que así sea.

Ése año del que hablo, es éste que hoy termina. No sé si con él terminará mi tristeza, pero quiero que su fruto sea la alegría. Que todos los males del mundo, propios y ajenos, se pudran en su agonía. Que toda voz apagada vea la luz del día. Que todo llanto enjaulado venza a la tiranía. Y que este corazón solitario encuentre su compañía.

Que todos vivamos un año de paz y felicidad.

PD: Quiero hacer uso de dos frases importantes, de dos personas importantes. Mi Papá siempre dice que el hombre es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras; Saulito me dijo una vez que las cosas hay que hablarlas, para no olvidarlas.
No quiero olvidar a mi tristeza, porque ella me liberará.

Saturday, December 26, 2009

Bitácora Caminante - Tailandia, Parte III

22/01/06
Chiang Mai

Mario, el Rey de La Selva

La selva tailandesa resultó ser una experiencia increíble. Luego de tres días y dos noches bien intensos, reposo ahora en Chiang Mai, en el mismo cuarto que habitamos antes de partir.
Así como la incomparable Madre Naturaleza (y el turismo) sabe proveer a los nativos Lahú con todo lo que ellos precisan para su supervivencia; supo también convidarme a mí un trago de todo lo que mi cuerpo y alma andaban necesitando.

Una vez fuimos acercados en camioneta, allí en donde todo se torna verde, y luego de una apetitosa comida a base de arroz, huevo, vegetales y especias; se dio puntapié inicial a una caminata hacia la montaña selvática. La misma duró unas tres horas hasta que llegamos a la primer aldea Lahú, tribu de alta montaña. Primero hubo un tiempo de relajación y reconocimiento del lugar, en el cual vivían alrededor de 6 ó 7 familias. Tenían suficientes recursos, como gallinas, cerdos, cebúes, así como cultivos propios de todo tipo. Además, contaban con casas construídas a cierta altura del piso, debido a que en la temporada de lluvias, el monzón sabe ser duradero. Una de dichas construcciones, todas hechas de madera y bambú, con gran firmeza, era la que nos albergaría aquella primer noche. Luego de una ducha helada y rejuveneciente, nos preparamos para otra comida sana y llenadera. Buena onda entre la gente del grupo, un lugar sin palabras que alcanzaran para describirlo y un cielo repleto de estrellas, prometían una velada para celebrar. James "like James Bond" ya realizaba las averiguaciones, frustradas momentáneamente, mientras que la noche se nos fue, mansa y tranquila entre chistes y juegos de ingenio en inglés, y un licor de arroz que provocaba muecas a quien lo bebía y sonrisas en quienes lo veían. Antes que la fogata se extinguiera, los niños de la aldea, todos vestidos acorde, nos regalaron una canción que no necesitó de traducción alguna.
En la selva, se viven otros tiempos, otros horarios. Los días comienzan y terminan más temprano, ya que la productividad de la jornada va de la mano de los rayos del sol. Por la noche la gente come, toma, descansa, se relaja. Y deja que la vida nocturna de los ruidos, las sombras y los predadores, se apodere de un silencio que no es.

El segundo día comenzó con otra caminata corta hacia una aldea más, en la cual hubo una pequeña parada antes de seguir camino a una cascada alucinante, en la cual estuvimos al rededor de tres horas. Allí decidimos con Roy que eran el momento y el lugar perfectos para estirar nuestras neuronas por vez primera en suelo tailandés. Dicen los que saben, que los regalos de esta Tierra saben aun mejor cuando son degustados en el propio suelo que les vió nacer. Y así fue que, con cada paso que tomábamos, subía el gustito.
Con el sabor aun en nuestro paladar, y con la belleza de la naturaleza magna todo en derredor, emprendimos camino, una vez más, rumbo a una tercer aldea -mucho más pequeña esta que las dos anteriores. Nuevamente ducha helada y un poco de meditación con Roy en el Jardín Verde, antes de la ya estipulada y suculenta cena tempranera. El fogón que le sucedió fue mucho más integrador que el de la noche anterior, con más juegos de ingenio, esta vez, saboteados por la degustación masiva, de la cual el único que no tomó parte y que, además, adaptó actitud botonesca al respecto, fue Dennis, el padre de Ian. Para cuando llegó la retirada masiva a las bolsas de dormir, ya hacía bastante frío.

El tercer y último día tuvo lo mejor. Luego de la vespertina elongación de neuronas, nos fuimos a dar un paseo en elefante. A Roy y a mí nos tocó el más joven de la manada y, por lo tanto, el más rebelde también. Por momentos, el animal se retobaba y no obedecía a quien con ayuda de un palito -sin golpearlo- le marcaba el camino. Le gustaba ir por el borde del camino, como amenazando "en cualquiera de estas curvas, los tiro, humanos botones". Durante una parte del trayecto, me bajé del asiento en su lomo con el cual nos transportaba, y me ubiqué en su hocico, que era la manera en que los locales montaban a las admirables bestias.
Es increíble como estos gigantes de la naturaleza se mueven por caminos tan pequeños, a ritmo lento pero seguro, sin dar un paso en falso. Y, si quieren, pueden bien acelerarlo.
Al terminar el paseo, de aproximádamente una hora, le pedimos perdón a nuestro pequeño-gran amigo, acariciándolo y alimentándolo con unas bananas. Le dimos las gracias y nos disculpamos si es que le habíamos causado algún inconveniente.

Inmediatamente luego nos calzamos el casco y salvavidas, para disfrutar del plato fuerte de la mañana: boat raffting. La adrenalina fue tal que casi no nos dimos cuenta que al minuto de comenzar, Simon ya estaba en el agua. Roy y yo íbamos adelante, de donde era más fácil caer al agua, pero con los pies bien sujetados con el gomón, le dimos fuerte y padeleamos hasta que el inglés consiguió subirse. A partir de ahí y a base de puro huevo, más el aliento constante del capitán de la embarcación, terminamos primeros de tres. Dolor de brazos.
Y, después de la excitación, una vez más a relajarse con el avance tranquilo del bambú raffting. Hubo tiempo para una comida más antes de regresar a Chiang Mai. Ah, y también de ver a un local desnudo gritando y buscando algo dentro del agua.

Sunday, December 13, 2009

Bitácora Caminante - Tailandia, Parte II

19/01/06
De  Bangkok a Chiang Mai

El Tren de la SELVAción

Estoy en el tren. Y está bien. Ya puedo sentir como, a medida que nos alejamos de Bangkok, el aire se purifica y las sonrisas se expanden.
Unas pibas israelíes, que decididamente están planificando "engancharse" a nosotros, por la pura conveniencia de no andar solas por los caminos de un país desconocido (qué mejor que eso, me pregunto yo), no paran de quejarse. Se quejaron tanto y de tanto, que ya no recuerdo de qué ni porqué. Yo pensé, en voz alta, un bus cómodo y con aire acondicionado puedo tomármelo en cualquier lado, y, a grandes rasgos, será la misma experiencia; pero cuántas veces podré subirme a un tren tailandés, en el que viaja la gente local. Un tren que me lleva de la jungla de cemento a la jungla real...

Me desperté antes de dormirme y observé largo rato el semi selvático amanecer desde la ventana , en el improvisado cuarto de una noche, gracias a un catre que se despliega de la pared del tren, cerrandosé del otro lado con una cortinita verde, como el paisaje afuera. No estoy cansado; por el contrario, ver tanta vegetación y simpleza me rejuvenece.
El sol sigue subiendo. No hay respiracion que no sea profunda, dice Roy. Y, a medida que el tren avanza en su ininterrumpido camino al Norte, un pibe local de unos 18 ó 19 años como mucho, nos ofrece desayunar un típico desayuno yanqui. Él no habla inglés, a excepción de las palabras clave indispensables para su cometido (breakfast, beer). Pero, pese a la falta de habilidad para los idiomas, es de admirar la dedicación y el empeño que pone este muchacho en su trabajo. Su amabilidad y sonrisa incorruptibles lo transforman en un personaje apacible y muy querible que, más allá de la incomunicación, pasa con nosotros un buen rato. Y hasta se divierte con mi musica.

Al despedirse, me quedé pensando en que es la gente como él la que hace al mundo girar. Sin su aporte, fundamental, el viaje no habría sido el mismo. El mundo necesita menos políticos, y más gente como él.



20/01/06
Chiang Mai

Tranquilidad y preparación

Chiang Mai resultó ser un lugar mu tranquilo, una especie de parada obligada para quienes planean adentrarse en la selva. Decididamente empezamos a ver más sonrisas, tal como lo predijo nuestro amigo Song Phong, a quien conocimos días antes en Bangkok, cuando éste rezaba en un templo budista. Parece ser que, como en todo país, al alejarse uno de la capital comienza a sentirse mejor.
Así fue que decidimos emprender una aventura de 3 días de trecking en la selva, para la cual nos unimos a un numero de gente, del cual nos dividieron en dos grupos. Cosa del camino, nos separaron de las dos pibas israelíes que veían en nosotros la seguridad que ellas no tenían.
Saldremos con una pareja de ingleses, dos primos yanquis, un padre e hijo canadienses, una pareja de australianos y otros dos ingleses. Nuestro guía es James "like James Bond", como él mismo nos dice.



Saturday, December 12, 2009

Bitácora Caminante - Tailandia, Parte I

18/01/06
Bangkok, Tailandia

Capital = Capitalismo = Caca

Luego de tantas idas y vueltas, estamos finalmente aquí, en reino tailandés. Después de haber pasado todo un día y una noche entera en esta ciudad, he llegado a unas conclusiones: la primera es que donde sea que haya amontonamiento incontrolable (e indeseable para quien escribe) de gente, saldrán a flote las mejores/peores virtudes que nos destacan a nosotros, seres humanos, sobre el resto de nuestros colegas del reino animal - diversión, entretenimiento, ruido, polución, contaminación, inseguridad, alboroto, lujuria, oferta, demanda, suciedad... descontrol.
Lo que me lleva a una segunda conclusión: Babylon, es decir, Babel, la cumbre de las lenguas y las nacionalidades, es todo; Babylon se llama Bangkok, Tel Aviv y Buenos Aires. Babylon es que y quienes nos rodean, Babylon se respira y se vive, imperceptible y a la vista; Babylon se compra, se negocia y se vende, recontra usado, en bolsita nueva. Siempre y cuando pague uno y lleve dos, compre hoy y pague mañana, ponéte doble forro y sale con fritas; no puedo darme el lujo de hacerme el gil, el desentendido: soy parte!
Puedo aislarme o bien puedo pagar 400 bat para ver a una poco valorada mujer tailandesa sacar gilettes de su sexo; pero debo saber y, por sobre todo aceptar, que sigo siendo parte.

Luego de toda una mañana llena de paseos y aventuras por demás, he llegado a otras conclusiones. Primero, resulta más ventajoso, en la mayoría de los casos cuando uno viaja, identificarse como argentino que como israelí. Segundo, nunca confiar en nadie - ni siquiera en tu instinto, si este te indica que puedes confiar en alguien. Al parecer, hay una ley que no conoce idiomas ni fronteras, ni razas ni credos: la ley del chamullo. Si señores, el chamullo, ese que los argentinos creemos nuestro por excelencia, ese que es nuestro hijo pródigo, ese para el cual creemos que no hay como nosotros; bueno, no. Ese juego lo juegan todos. Aparentemente está en la naturaleza del hombre (por lo menos el hombre moderno) querer cagar al que entiende menos y, como argentino y conocedor del lado obscuro humano, debería haber estado mejor preparado.

Volviendo a la experiencia de la noche anterior, sólo puedo sentirme mal conmigo mismo al haber tomado parte en la misma, si bien debo decir que era necesario verla para comprender los niveles de denigración a los cuales puede un ser humano someter, y someterse, con el afán de sobrevivir o sumar unos verdes más. Un grupo de desaforados turistas australianos, enmergidos en su viaje de alcohol, festejaban enardecidos cada proeza que una joven local llevaba acabo con su vientre: fumar un cigarrillo, escribir sobre una hoja, disparar pelotitas de ping pong y embocarlas en un vaso... y las ya mencionadas gilletes. Con Roy nos mirábamos anonadados, asqueados, culpables por ser testigos de su humillación... no había ningún signo de deleite en la cara de esta muchacha. Nos preguntábamos si habíamos hecho bien en concurrir al evento, que durante todo el día nos habían querido vender a cada paso del Kao San Road, la calle principal de hosterías en el centro de Bangkok. El evento es parte fundamental de lo que los locales llaman Patpong Night Market (Mercado Nocturno Patpong), al cual los turistas, hombres y mujeres, atienden en numerosa concurrencia.
No nos costó mucho decidir abandonar la ciudad cuanto antes.



Tuesday, December 8, 2009

Bitácora Caminante - Prólogo, preludio o como carajo se le quiera llamar

13/02/06

"Este diario está destinado a ser un almacén o depósito de pensamientos, sentimientos o comentarios, que encontrarán irregular entrada al mismo, sin distinción alguna sobre el orden, razón (si la hay) o intención de dicha aparición.
Cabe si destacar, que el mismo tiene la particularidad de haber sido comenzado en viaje; motivo que puede sumar, o no, un tanto de inestabilidad a la mente ya atormentada del su perturbado autor.
Desde ya, me gustaría también aclarar que cualquier relación entre el contenido de los escritos y la, o alguna, realidad, puede ser totalmente intencional, o no, quedando la respuesta oficial al respecto bajo responsabilidad del lector de turno.
Gracias.
De nada."

Más tarde, ese mismo día, le negaban a Roy (mi compañero de la aventura asiática) subir al avión, ya que no poseía visa de entrada a Tailandia.

"Hoy día debería haber comenzado nuestra odisea asiática, pero en vez de eso, welcome to Israel Roy! Y hete aqui, que el café nos encuentra esperando por una visa que puede -o no- asegurar el principio de la aventura.
Buscamos una respuesta durante largas horas, pero no encontramos nada, más que la simple injusticia de que a la gente buena... dígalo con mímica!.
Ella es joven e inocente y sonríe, tímida; la otra tiene cancha, pero los años le jugaron en contra y ahora mira indiferente, fría y con un dejo de verguenza casi imperceptible al ojo que no quiere ver más allá de sus senos.
Y ellas reflejan nuestra ingenuidad, perpleja y frustrada, y violada. Que se sienta en un café de mañana helada y lluviosa, y rabiosa.
Es la hora del negativismo, porque de tanto pensar positivo, más, menos más, es menos.
Qué hacemos acá?"

Friday, December 4, 2009

De dónde vengo y adónde voy?

Contrariamente a muchos porteños, el Idishe Corleone siempre tuvo en claro que la Argentina se expandía mucho más allá de los límites de la Panamericana. De igual manera, gracias a un excepcional verano compartido con un amigo de la infancia y su familia en el pequeño pueblito de Neptunia, ubicado en el departamento de Canelones, Uruguay; entendió el entonces crío de tan sólo 12 años, que también había un mundo que se expandía mucho más allá del Río de la Plata y su país natal. Desde aquella oportunidad, comenzó a desarrollar una fascinación por las diferencias y similitudes entre los seres humanos, basadas en costumbres  religiosas y seculares, tradiciones, y todo aquello que le es común a una sociedad o comunidad particular, debido a las herencias inherentes que tenemos al nacer en un determinado tiempo y espacio.
Quizá esa misma experiencia, haya sido el disparador del desarrollo de una conciencia universal, es decir, el entendimiento de que más allá de todos aquellos atributos que nos son innatos al nacer y nos hacen "pertencer" a cierto momento y lugar, y que nos distinguen bajo conceptos como nacionalidad, tradición y origen; son, a la vez, meros estatutos que nos hacen tan distintos como parecidos, dentro de un todo llamado raza humana o, como prefiero yo llamarle, humanidad o comunidad humana.

Ya en su adolescencia, esta fascinación por diferentes culturas y lugares, sumadas a la vocación comunicadora del eterno soñador, llevaron al Idishe Corleone a imaginarse un ser evolutivo, siempre en movimiento, siempre adquiriendo experiencias, sumando conocimientos, almacenando saberes, que sólo podrían ser descubiertos a través de una práctica milenaria que nació con el mismísimo primer hombre erguido: el viajar -caminar. Aquél a quien Saulito (Saúl Faustino Cascallar) llamaba "el primo de los simios", es decir, nosotros, el Homo Sapiens, fué en sus principios un caminante de la Tierra, un nómade, un viajero. Y así fué como, desde su nacimiento en el corazón de lo que hoy es África (entonces parte de un único supercontinente llamdo Pangea), el hombre comenzó a hacer uso de aquella única verdad todopoderosa que nos ha brindado la ciencia moderna: todo se encuentra en constante movimiento. Y así fue que caminó, conquistó, se adaptó, y evolucionó en lo que hoy nos divide: razas.
Esas fantásticas y reveladoras charlas con su bisabuelo, de carácter educativo tanto como fantasioso, alimentaron desde siempre el afán de conocer, de ver, de viajar.


One love, one heart, one soul... one world? Imaginar un viaje a pie de Kenia a Argentina era posible.

Siguiendo, pues, con este linaje milenario de caminantes del cual siempre quizo formar parte con gran anhelo, no le costó mucho al Idishe Corleone dejar su país natal para saberse lo que siempre sintió en sus adentros, esto es, que era un animal de cambio, de adaptación: un ser evolutivo estancado bajo títulos, nombres y clasificaciones (porteño, argentino, latino, judío); esperando nacer, esperando hacer lo que, sabía, era su razón en esta Tierra -caminarla. Después de todo, qué mejor manera tiene uno para tratar de comprender quién es, de dónde viene y adónde va, sino a través de un estudio de campo que sirva de base de comparación, es decir, no sólo definirse por lo que uno es (o cree que es), sino también por contraposición a lo que no es. Puesto de una manera vulgar, cómo voy a saber si en verdad no soy chino, si nunca estuve en China. O cómo voy a saber si no soy en verdad un cazador, si nunca he cazado. La verdad personal se encuentra en el intentar, el resto son meras suposiciones.

Y así fue que adoptó un término muy frecuente entre los viajeros, si bien aún una clasificación, se trata de una bien querible, que le cabe a todos y cada uno de nosotros: ciudadano del mundo. Y, en consecuencia, se dedicó a aprovechar cuanta oportunidad tuviera para viajar, caminar, mezclarse, perderse, encontrarse, redefinirse... ser otro, en cada viaje, en cada lugar, sin dejar de ser el mismo, pero nunca igual. Uno muere y nace en cada viaje, y vuelve a nacer luego. Y, a la vez, se hace inmortal; en los ojos de cada persona que uno conoce, para quien siempre seremos aquel individuo, único e irrepetible, que pasó por su camino.

Propongo, entonces, para quien disfrute del viajar y el conocer, una serie de notas y escrituras que el Idishe Corleone ha ido acumulando en un cuaderno de viajes que ha sabido ser testigo y acompañante de diversas aventuras de todo tipo y carácter. Las mismas serán compartidas en futuras entregas a través de este medio, bajo el nombre Bitácora Caminante, cada una con distinción de fecha y lugar en el cual fue concebida.