Wednesday, December 22, 2010

Bitácora Caminante - Sudamérica, Parte V

04/02/2008
PN Los Alerces, Lago Puelo, El Bolsón

En un bosque de la China la chinita se perdió

Dejé la Tierra del Fin del Mundo con un sabor agridulce en mi paladar, un tanto por lo que tuve y otro tanto por lo que no.
El insoportable viaje hasta Esquel, previa noche en la estación central de buses de de Río Gallegos, me dió el tiempo necesario para reacomodar mis pensamientos y mi mochila de cara a este nuevo tramo del viaje, dejando atrás por completo el Océano Atlántico y comenzando la ponderosa subida que me llevará cruzando las fronteras de Sudamérica, siempre rumbo Norte, ahora por Ruta 40.

Justamente en mi corta estadía en Río Gallegos, trasnochando en la terminal, conocí a un hombre argentino, oriundo de Mendoza, que estaba viajando en busca de un lugar donde encontrar un trabajo que le permitiera luego llevar consigo a su mujer e hijos.
Las diferencias entre los dos fueron invisibles ante los ojos de un mate que allí compartimos. Sin embargo, al separarse nuestros caminos, esas diferencias se hicieron tan obvias como casi dolorosas. Nunca pude evitar sentir una especie de compasión por aquellos que tienen "menos posibilidades" que yo, pero la compasión es un sentimiento muy particular. Quizás esa persona que "compadecemos", no precise de nuestro compadecer. Por otro lado, es una especie de idiotez sentirse mal por las posibilidades que brinda la vida, sobre todo, si uno está contento con ellas. Despues de todo, todo en la vida cuesta sudor; aunque para algunos sea el sudor ajeno y no el propio.

En plena ruta, acudió a mi mente un pensamiento, en forma de consigna para conmigo mismo. Algo que ya se me había ocurrido antes de comenzar el viaje. Una meta, un deseo, algo que siempre tuve pero que había perdido: el plan - "Cómo recuperar la paciencia perdida en un año sabático en Sudamérica", con Mariano Gorbatt.
La paciencia, ese atributo cuasi divino, esa virtud implacable e imbatible, porque todo llega a quien sabe esperar. Esa cualidad que tan bien me sentaba, y que sin embargo dejé escapar como laucha por tirante, sumergido en la vorágine del mundo corporativo, perdido entre recibos de sueldo, viviendo en un constante viaje en colectivos suburbanos, yendo y viniendo, sin cesar.
Recordé que hasta hace poco soñaba con recuperarla, porque todo se me hacía insoportable.

Pensé en un millón de cosas. Pensé en ella con quien no pude estar, pensé en esa otra chica de mentirosos 20 y besos adolescentes en el Festival Provincial del Asado en Cholila. A propósito de eso, me sorprendió el verme a mi mismo entrar solo al gimnasio de la comarca devenido en escenario de recital del Tigre Ariel, en busca de esa dulce muchachita, armado con mi barba y mi remera de La Renga, único pelilargo y (aún más evidente) porteño de la bailanta... todo para degustar esos dulces labios sureños.
En fin, pensé y pensé. Me alegré mucho de tener a mi hermano como compañero de viaje.

Estoy tratando de controlar - con éxito hasta ahora - los violentos ataques de "necesidades" que tenemos en "la vida normal". Ansiedades de nada, si uno lo piensa en realidad.
La flora, los lagos y las montañas, son de gran ayuda. Pero la más árdua labor me depara en mi interior, que se ablanda con los bellos paisajes que regala la interminable Patagonia.
Esto recién comienza, y el show debe continuar.


La Fiesta Provincial del Asado, en Cholila, Villa Lago Puelo. Se comió mucho, y con las manos.

PD: unos días después de escribir esto, me robaron la mochila. Je.

Thursday, December 9, 2010

Bitácora Caminante - Sudamérica, Parte IV

23/01/2008
Ushuaia

Largo bondi a Finisterre (Relatos del fin del mundo)

Dos fronteras, cuatro controles aduaneros, ocho sellos en el pasaporte y mucho acento variado, gendarme y carabinero; todo eso en dieciseis horas que significaron llegar a la famosa Tierra del Fuego, Finisterre, último pedazo de tierra con patrimonio de un país en este planeta (aplicar misma fórmula para el viaje de salida).
Con toda esa ecuación como premisa, Ushuaia prometía (y resultó) ser un destino por demás interesante. Y así fue que La Isla, como llaman los locales a la ciudad más sureña del mundo, me convidó con una degustación de dos elementos que no puedo evitar querer que se repitan innumerables veces de aquí en adelante: por un lado, la libertad innata que viene de la mano de la falta de recursos y, por el otro, el regocijo interior que se produce como resultado de la interacción con el sexo opuesto.
Es increíble cuanto que estas dos situaciones, en un viaje, influyen de manera directa en el estado de ánimo del caminante. A esto, se suma a la lectura de Carlos Castaneda, que activa en uno - incluso de forma inconsciente - los mecanismos de misticismo y simbolización de la vida. Y la creencia-cuasi certeza de que los sucesos que vivimos no suceden fortuitamente...

Cuando pienso en eso, le busco una razón al porqué de no haber podido estar con ella como quería. Mis pensamientos me brindan una respuesta inmediata: siempre tuve una mala relación con las cuentas pendientes. Soy presa fácil de aquellas cosas que debí haber hecho y no hice, o aquellas que no hice correctamente, deambulando en el inútil afán de corregirlo.
Creo que ella vino para enseñarme que, a veces, quedan cuentas pendientes; y está bien. En otras palabras, no todo aquello que pudo haber sido, debió ser.

Muy parecido a la explicación de Don Juan a Castaneda, en un pasaje que acabo de leer tan sólo horas atrás: a veces hacemos promesas para con nuestros semejantes o con nosotros mismos que, con el tiempo, nos atascan en el camino de la vida; nos atan y no nos permiten avanzar. Tal caso es señal de que dicha promesa ha de ser cambiada, o bien dada por vencida, pues ya no sirve de nada.
Vienen a mi mente en este momento decenas de cuentas pendientes y promesas vacías que me he ido imponiendo con el correr de los años. Quizá haya llegado el momento de evaluarlas minuciosamente, una por una. Modificarlas. Anularlas, sin temor.
Me lo prometo.

Saturday, November 27, 2010

Bitácora Caminante - Sudamérica, Parte III

20/01/2008
Camino a Ushuaia

De Ushuaia a De Palma: es el fin del mundo

Debo dejar de buscar las respuestas en el comportamiento humano, es decir, el comportamiento colectivo, y comenzar a buscarlas en mi comportamiento personal. Generalizando no se llega a ningún lado; cómo voy a llegar a comprender al Hombre si no puedo entender mis propias acciones.
Hoy me equivoqué. Y lo hice sabiendo que así era. Tuve una respuesta. La tuve y la dejé pasar, dejé que se escapara entre mis manos.
Siempre mantuve que el Hombre es el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra; la mía, es que tengo las respuestas pero no las utilizo. Esa es mi piedra. Y me tropiezo con ella sin cesar. Se que está allí, pero me hago el ciego y decido no verla.
Y tal es la lección que la que tanto esmero pongo en no entender: tengo todas las respuestas correspondientes a las preguntas que me hago, pero elijo no escucharlas. Cuando se piensa detenidamente, es por lo menos lógico, sino obvio, que tan solo uno mismo sea quien tiene las respuestas a las cuestiones que se plantea.
Y, hete aquí, que este es el resultado: escribo amargado. Escribo también con la esperanza de que, la próxima vez, quizá aprenda la lección. Pero cuántas veces me ha pasado ya.
En las películas de De Palma, es el héroe idiota aquel que no aprende la lección y vive así una prueba circular que siempre vuelve. Hasta que encuentra la respuesta dentro de sí mismo; generalmente, en sus más profundos temores.
No quiero ser como él. No quiero ser como ese héroe. Cómo hace uno para decirse que tiene todas las respuestas necesarias, que cuenta con todas las herramientas para construir su presente, su futuro. Dejar de cometer esos errores cantados y animarse a hacer aquello que uno no hace por miedo a que se convierta en error. Cuando uno actúa desde el corazón, no hay error, pues lo más importante es ser fiel a uno mismo. El verdadero error es no escuchar esa voz.

Wednesday, March 3, 2010

Bitácora Caminante - Sudamérica, Parte II

18/12/07
Buenos Aires, Capital

De Tacheros y Divanes

Rubén me habla con bronca. No es contra mí, claro, pero no sabe a quien dirigirla, ni tiene con quien compartirla. Me cuenta, con dolor, como todo lo que hace ya no es por él mismo, sino por su hijo menor, de 17... toda la vida lo crió con una premisa: darle la oportunidad que él tuvo, y no la tomó.
Rubén tiene 50, y se pasa la mayor parte del día en su jaula de cuatro ruedas y un motor. No porque así lo haya elegido, me dirá, mientras supongo lo que de inmediato se confirma: no le quedó otra. Todos tenemos un pasado, pienso... futuro es lo que anda escaseando, me completa la frase él.
Rubén no vive el día a día, vive de él. Sobrevive. Y así se queda, se estanca, como el agua en las zanjas de las calles pesadas, pegajosas, por las que conduce una y mil veces, todos los días; con indeseada religiosidad.
Rubén tuvo su chance, me cuenta. No importa a qué lugar. O si importa, pero ya no. Tuvo su chance, pero eligió quedarse, "a lucharla", me aclara. Las similitudes con Travis son tan alevosas que, por un momento, creo estar en la película de Scorsese. Pero no estoy en ningún film. Estoy presenciando la triste realidad de Rubén. Triste porque él la ve así, la siente así.
Destino raro, y trágico, el del guerrero que no sabe con certeza a que lucha pertenece. No hay peor condena que la que uno mismo se impone, porque no es seguro que puedas cumplirla.
Rubén tiene 50 y ha perdido las ganas de seguir. Lo hace por su hijo, me recuerda.
Ya no me mira por el espejo retrovisor, me mira a los ojos. Llegamos a destino. Y en sus ojos hay un ruego, hacia uno "como vos, que tomó la oportunidad", me dice. Se le quiebra la voz, cuando me pide, por favor, que ya nunca regrese a mi país. Me lo pide como argentino, como padre, como amigo, como completos extraños que somos.
Tenemos algo en común, sin embargo. Y porqué me tomé un taxi, yo que nunca tomo uno. No sé si era yo quien necesitaba escuchar a Rubén, o si era él quien necesitaba que alguien lo escuche.

Wednesday, February 24, 2010

Bitácora Caminante - Sudamérica, Parte I

11/12/07
Buenos Aires, Capital

Una de cal, una de arena y otra de Gardel

"Mi Buenos Aires querido, cuando yo te vuelva a ver..."
Contrariando al tango, esta Buenos Aires, que ya poco tiene de mía, o ya poco tengo de ella; esta Buenos Aires, llora por sus penas y calla por su olvido.
Llora, un poco de rabia, un tanto de impotencia, y otro tanto más de tanguera que es, nomás... Veo y camino y me mezclo sin mezclarme, y pienso - este lugar no cambia, evoluciona; es decir, nada se modifica, nada cambia realmente de forma, sino más bien se exageran sus facciones, se deforman, se desproporcionan.
Cuando me fui, me fui de una ciudad violenta. Hoy retorno a una ciudad que te noquea, sin darte cuenta siquiera que subiste al ring. Sus mañas no han cambiado, se potenciaron. Sus defectos, cada vez más visibles; sus virtudes, de acceso limitado.
Como buena cosmopolita que es, toda propuesta es vertiginosa. A un ritmo que te obliga a seguirlo, si es que querés sobrevivir. Pero no es ninguna tonta, la Capital Federal de esta República Argentina... sabe venderse bien, sabe promocionarse. Y siempre, pero siempre, hay un postor.
Si es que, como dicen, las aperiencias engañan, esta ciudad es la reina de la ilusión. Sus edificios se erigen con la misma rapidez con que los pibes desarman cartones en la esquina... cada vez más. Más cartones, y más pibes, sobre todo. Puerto Madero crece tanto que tapa la villa, pero la villa ahí está. Los barcitos chetos de Palermo Hollywood (what the fuck, cuando me fui todavía se llamaba Plazita Serrano!!!) se llenan con la misma rapidez y desesperación que los vagones de tren que van y vienen del oeste, del sur, de dónde no!!!???
Pero si venís de afuera, no te dejes engañar, che! La Argentina florece, la Argentina se va para arriba... si ahora hay una presidenta, acaso hay algo que sea más primer-mundista???

17/12/07
Buenos Aires, Capital

Las fragantes aventuras de Mario y sus (in)controladores de ansiedad

21 días. Mucho ruido, gritos, motores, bocinas, puteadas, cumbia, reggeaton... ruido!
21días. Mucho pan con manteca, facturas, milanesas napolitanas con papas fritas, pizza, empanadas, hamburguesas, helados, postres demás.
21 días. Calle, chicas, ropas, te miro de arriba a abajo porque me pareces raro, te miro y si me mirás no te miro y luego te miro de nuevo.
21 días. Te doy mi número y si querés llamáme, podemos salir a charlar, a tomar algo pero, eso sí, coger no. En realidad, sí, pero igual te digo lo contrario.
Todo eso y mucho más, pude encontrar, en 21 días nomás, que llevo en este bazar...
Todo eso mientras el Indio suena a pleno en la 100, linda ironía de la vida, quien más escapa es el más buscado... es que todo está de oferta en esta Buenos Aires, nunca duerme, siempre alerta...

Friday, February 19, 2010

Bitácora Caminante - Sudamérica, adelanto y prólogo (o no)

Hay ciertas cosas que uno es capaz de ver solo con los ojos del tiempo. A veces, tomamos decisiones que creemos que son nuestras, pero no lo son. O que sí son nuestras, solo que pertenecen a un yo anterior. Un yo que estuvo en un lugar preciso, en un momento determinado y es él quien tomó la decisión que solo un yo futuro podría llevar a cabo.

Releyendo hoy lo último que escribi en mi viaje a Tailandia, me doy cuenta que la que sería mi próxima odisea, Sudamérica, ya había comenzado en la calurosa y pegajosa tarde en aquel barsucho de Bangkok, en donde hilvané las últimas líneas para mi cuaderno de viajes. Ese mismo cuaderno al que le estaban ya esperando nuevos horizontes, nuevas enseñanzas, nuevas aventuras, a ser relatadas en su cuerpo de papel.

Alfred Hitchcock dijo una vez que si vas a realizar una versión nueva de un film ya existente, esta debe superar al original. Y él es el único que ha hecho una remake de un film propio.
Y así fue, que me mandé nomás a cumplir el sueño que ya había decidido tiempo atrás, sin saberlo: el viaje sin límites. El viaje en el que todo sería posible. Un viaje del que tan solo sabía cuál y dónde era su principio, más nada sabía yo acerca de su final. Confieso ahora que, durante el viaje, hubieron momentos en los que creí que este iba durar para siempre. Era muy consciente, cuando partí, de que había muchas chances de no querer volver. O de no poder volver. La fecha de vuelta en mi pasaje, abierto por un año, era válida para todos aquellos que me rodeaban y me querían de vuelta. Pero doy fe de que, en ese entonces, no tenía validez alguna para mí.

Pero todo en la vida tiene su tiempo de ser. Y un día como cualquier otro, en algún nuevo destino, me di cuenta de que el tiempo de viajar había llegado a su fin. No recuerdo dónde fue que tomé la decisión de volver, ni si hubo para ello algun hecho o situación específica que me hubiera llevado a ella. Pero hoy entiendo porqué la tomé. En realidad, era uno de esos yo quien la tomó. Uno de esos yo que existen tan sólo en un tiempo y un lugar... pero que dejan una marca que llevamos para siempre. A veces uno no entiende las decisiones que toma. Pero la vida tiene una manera de mostrártelo todo, si se mira con los ojos del tiempo. Porque los años, que tanta paciencia tienen, de errores no saben nada - solo conocen de razones.

Luego de este análisis previo, me gustaría compartir hoy nada más una pizca de lo que va a venir.

27/11/2007
Israel

Es hora de un nuevo prólogo, en vísperas de un nuevo viaje. Esta vez, los destinos son multiplicados y, si bien suponen un mayor grado de similitud con quien escribe; la magnitud en materias de tiempo y distancias, no tiene precedentes...
No soy el mismo que ha realizado el viaje anterior y, si bien esto es aplicable a todo ser vivo (estamos en constante movimiento), no deja de ser un hecho innegable.
Pero, replanteándome el asunto, he decidido no continuar con este prólogo. Voy a limitarme a, tan solo, una dedicatoria: PERMITÍTE!

Suerte en el camino...
Yo

Bitácora Caminante - Tailandia, Parte V

15/02/06
Bangkok

Si el final es en donde partí

Se termina una etapa, hay un cruce de caminos y los viajeros eligen o sufren sus destinos. Unos vuelven, otros van, otros siguen viajando.
Dejan su marca, los viajeros, así como los lugares los marcan a ellos también; algunas marcas son solo un recuerdo, otras se llevan en la piel, algunas se vuelcan en un papel.
En mi caso, un primer amor de verano a los 25, lugares y gente que nunca olvidaré, eso me llevo conmigo. Éste ha de ser mi más exótico e intenso viaje hasta el día de hoy. Gracias a lo que en él he vivido, he tomado grandes decisiones. He aprendido grandes lecciones.
Mientras escribo, hoy, pienso mucho en otro viaje, uno más extenso. Sin fechas, sin límites, sin planes. Un viaje que me permita estar conmigo mismo mucho tiempo, llegar a mis extremos, ver de qué estoy hecho. Se me viene a la mente una frase: no hay peor prisionero que aquél que construye su propia prisión. Pero ese ya es otro tema.

Cuando se acerca el final de una era o período, es normal realizar una búsqueda en los recovecos de la memoria con el fin de encontrar aquellos momentos pasados y proyectarlos cual película, "revivirlos", para el regocijo de mente y alma. Mucho se me presenta ante los ojos en este preciso instante. Algunas de esas memorias parecen más que un recuerdo, casi que puedo estirar mi mano y tocarlas, como si estuvieran pasando ahora mismo. Sin dudas que hay uno de esos recuerdos, tan fresco, que es casi el más recurrente.
La voy a extrañar a la rubia, que con su constante inseguridad y falta de determinación me hizo más hombre. Resulta más fácil ver los defectos propios reflejados en otra gente, se tornan más reconocibles y uno es capaz de aceptarlos con mayor facilidad. Ella se cuestiona constentemente, duda por todo; y eso me hizo ver las dudas con las que yo cargué por tanto tiempo. Dudas que se van disipando a medida que uno aprende que hay una sola manera de pisar el suelo: con firmeza. Yo la quiero y le agradezco por que me hizo verme a mi mismo; ese pequeño-gran angelito de pelo rubio y ojos claros, que apareció para enseñarme que se puede amar. Incluso en un corto período de tiempo, si ese amor es mutuo y es verdadero, durará para siempre.

Y, entonces, así como escribí las primeras líneas de esta epopeya literaria sentado en este preciso lugar, me encuentro hoy, una vez más, volcando mi alma en este pedazo de papel. Ya no sé lo que escribir, como darle un final a esto que comencé. ¿Qué puedo decir, en tal caso, después de un mes como el que viví? ¿Que la pasé bien? ¿Que me sentí libre? ¿Que todo lo que deseé se cumplió?...
Las palabras salen a los tropezones, se vuelven torpes tratando de traducir las imágenes y los sentimientos que hay dentro de mí, a un lenguaje que sea entendible para todos. Habrá tan solo unos pocos que no necesiten de una ayuda o manual: aquellos que estuvieron aquí. Como Hernán. El resto tendrá que conformarse con una anécdota, aquí o allá, cuando esta nazca de forma natural.

Mi bisabuelo dice que la única manera de nunca olvidar es hablando. Siempre. Yo concuerdo, pero hay un detalle: hay vivencias que, al contarlas, uno va perdiendo de ellas un poquito. Cuando se comparte, se regala un pedacito de esa memoria. Y hay cosas que fueron vividas para compartirlas, y otras que no. Pero siempre tuve esa necesidad, tan humana, tan disfrutable como dolorosa a veces, tan inevitablemente mía, de comunicar. Seguramente, por eso escribo.
Gracias, vida, porque soy quien soy hoy!

Friday, January 22, 2010

Bitácora Caminante - Tailandia, Parte IV

04/02/06
Ko Phangan

Las Enseñanzas de Ding Dong

Fueron 5 días en la isla de Ko Samui. Difícil irse tras lo allí vivido, pero se ha armado un buen grupo y hemos decidido movernos todos juntos a conquistar la siguiente playa.

Mientras recuerdo lo acontecido tan sólo días atrás, me doy cuenta de que existe un fluir universal de pensamientos y sentimientos, que van de la mano, que hacen que cierta gente se encuentre. Para que se conozcan dos personas existe un tiempo y un lugar específico y único, que es consecuente con ese flujo de energías. La pregunta acerca de qué o quién hace que el universo gire, se vuelve irrelevante cuando uno recuenta las enseñanzas recogidas a lo largo del camino personal. En este caso, el qué se entremezcla con el cómo y lo aprendido se convierte en lo importante: caminos hay miles, la manera en que los caminamos es lo que marca la diferencia.
Y es así como uno puede hacerse dueño de su propio fluir. Si se logra encontrar la sintonía adecuada, puede uno obtener lo que está buscando. Y fue así que conocí a alguien a quien buscaba hace ya mucho tiempo: alguien que tiene tantos nombres como caras y formas, alguien del que muchos hablan pero pocos conocen; alguien que, como yo y como todos nosotros, es el hijo de la Tierra. Él, quien puede mostrarlo todo, lo bueno y lo malo, pues en realidad son parte de lo mismo, parte de mí también. Alguien a quien prefiero no darle ningún nombre.
Su cabeza te llena de sabiduría, pues allí él la almacena, te abre la capacidad de comprender y entonces tus ojos pueden ver más allá de los límites de la cordura y todo lo estipulado como real e irreal; su tallo te permite conectar lo que acontece a tu alrededor con aquéllo que nace de tu interior. Y entonces todo se vuelve uno, todo tiene sentido: el árbol y yo somos uno, en un abrazo, un mismo latido; las hormigas que caminan sobre mi piel y a través de ella están hechas de la misma materia que las olas del mar, que van y vienen, trayendo con ellas otras verdades, que rompen en la orilla y se convierten en mis pies que, enterrados en la arena, me hacen árbol, agua, aire y estrella. Y a partir de ahí todo depende de uno. La claridad te deja atravesar distancias que son inimaginables cuando sólo usamos la cabeza para ver. Los ojos están cerca de nuestra mente, pero no hay que olvidar que todo está conectado a nuestro corazón, y es él quien bombea la sangre a todo nuestro cuerpo.
Todo es repentinamente tan lógico, el mundo se convierte en un gran fluir de paz y comprensión. Ya todo es uno y uno es todo a la vez; la cabeza, el tallo y mi mano son uno también. Se funden y se mezclan hasta que ya no logro distinguir sus formas, sus diferencias, sino que sólo puedo ver lo que los une, esa energía, esos colores que son los mismos - vida. Todo es vida.
La excitación y la adrenalina de conocer un mundo nuevo se convierten de a poco en la paz y tranquilidad que me da el saber que, en verdad, siempre estuvo allí, desnudo ante mis ojos ciegos.


No todo es visible, si se mira siempre con los mismos ojos.

Parte II: El Túnel

Pero el ser humano tiene también dentro de él un carácter conquistador, una ambición por poseer todo el saber que existe. Quizá haya sido esa misma ambición lo que lo llevó a erguirse, cuando comenzó a mirar hacia arriba porque todo lo que tenía a la altura de los ojos ya no le fue suficiente - cuando en realidad tenía de sobra. Ese deseo de tener más, de "ser siempre más", de "superarse", pueda bien haber sido el motor que impulsó la inminente evolución para dejar de caminar en cuatro patas.

Entonces, cuando todo es tan claro, cuando estoy marcando mi propio fluir y el fluir de todo, peco de omnisciente. Y es el momento en que conozco su otra cara. Y esa misma masa de energía que es todo, se transforma en la nada, es rapidamente una caída vertiginosa e indeseada. Y de pronto es todo retroceso: soy materia pesada e inestable, mi cuerpo se hace madera y luego piedra, no siento el aire. Mi cara se deforma y las palabras no salen. La gente a mi alrededor no ve mi sufrir, cegados en su éxtasis, pero yo lo veo reflejado en sus ojos vacíos, en sus muecas deformes, en sus caras tan macabras como la mía. Todo se mueve menos yo, mi cuerpo es una estaca, estática y sin fuerza. Me pesa ser y el aire es espeso, tanto que no lo puedo respirar. Voy a morir.
Y después de esa lucha contra yo mismo, soy semirescatado y alejado de mi tumba, que era mi propio cuerpo. Salgo de túnel. Vuelvo a nacer. He perdido la capacidad de comunicarme, me falta coordinación y perdí el dominio físico y motriz. Soy un ente. No hablo ni pienso. Pero siento. Siento felicidad, éxtasis, euforia. Me muevo y me río, moqueo, babeo, meo. Soy todo sentidos. Y él vuelve y se presenta a mi lado como un sapo, como una cucaracha, como un perro; y se ríe de mí. Se ríe de mi y mi falta de entendimiento. Porque me había salteado una lección: así como él, soy tan sólo otro más que nació de esta Tierra. Y así como la vida, también tengo el veneno.

Parte III: El Ciclo perfecto de la Vida

Quien nunca se ha enfretado consigo mismo, jámas podrá entender cuál es su propósito en esta Tierra. Somos nuestro peor enemigo, porque somos los únicos que tenemos el poder de sabotear tal propósito. No existe nada ni nadie más que pueda frenarnos que nuestro propio ser, nuestros propios miedos, nuestras propias dudas. Somos, en ese sentido, la única barrera que existe en el camino hacia la felicidad. Porque todo está dentro de nosotros mismos: la capacidad de crear y la capacidad de destruir.
Ahora entiendo porque existen el día y la noche, el Norte y el Sur, el hombre y la mujer. Sólo de a dos se puede hacer uno. Y uno es todo. Tenemos la fuerza de ser lo que queramos, tenemos el poder de ser quién queremos. Pero a veces elegimos ver quien no queremos ser y eso nos aleja del que sí queremos y podemos ser.
Está todo dentro nuestro y a nuestro alrededor.
De manera tan clara veo ahora la razón que me condujo a intentar destruirme, tantas veces. Qué miedo que tenía! Cómo me aterraba, ser yo. Qué fuerza tan engañosa, qué corteza tan poco real, me llevó a tener miedo de ser yo, por mucho tiempo.
Qué gran regalo es este día en que me doy cuenta que, en verdad, no hay remedio alguno, más que ser uno mismo. Qué regalo más alegre, el saber que quiero ser yo. Y que estoy en camino a serlo.
Qué regalo más hermoso, el haberte conocido. Doy gracias por ello.


Cascada cerca de la playa Lamai, en la isla de Ko Samui. Esa misma noche me enteré que de ése mismo lugar provino el causante de mi experiencia.