Wednesday, December 22, 2010

Bitácora Caminante - Sudamérica, Parte V

04/02/2008
PN Los Alerces, Lago Puelo, El Bolsón

En un bosque de la China la chinita se perdió

Dejé la Tierra del Fin del Mundo con un sabor agridulce en mi paladar, un tanto por lo que tuve y otro tanto por lo que no.
El insoportable viaje hasta Esquel, previa noche en la estación central de buses de de Río Gallegos, me dió el tiempo necesario para reacomodar mis pensamientos y mi mochila de cara a este nuevo tramo del viaje, dejando atrás por completo el Océano Atlántico y comenzando la ponderosa subida que me llevará cruzando las fronteras de Sudamérica, siempre rumbo Norte, ahora por Ruta 40.

Justamente en mi corta estadía en Río Gallegos, trasnochando en la terminal, conocí a un hombre argentino, oriundo de Mendoza, que estaba viajando en busca de un lugar donde encontrar un trabajo que le permitiera luego llevar consigo a su mujer e hijos.
Las diferencias entre los dos fueron invisibles ante los ojos de un mate que allí compartimos. Sin embargo, al separarse nuestros caminos, esas diferencias se hicieron tan obvias como casi dolorosas. Nunca pude evitar sentir una especie de compasión por aquellos que tienen "menos posibilidades" que yo, pero la compasión es un sentimiento muy particular. Quizás esa persona que "compadecemos", no precise de nuestro compadecer. Por otro lado, es una especie de idiotez sentirse mal por las posibilidades que brinda la vida, sobre todo, si uno está contento con ellas. Despues de todo, todo en la vida cuesta sudor; aunque para algunos sea el sudor ajeno y no el propio.

En plena ruta, acudió a mi mente un pensamiento, en forma de consigna para conmigo mismo. Algo que ya se me había ocurrido antes de comenzar el viaje. Una meta, un deseo, algo que siempre tuve pero que había perdido: el plan - "Cómo recuperar la paciencia perdida en un año sabático en Sudamérica", con Mariano Gorbatt.
La paciencia, ese atributo cuasi divino, esa virtud implacable e imbatible, porque todo llega a quien sabe esperar. Esa cualidad que tan bien me sentaba, y que sin embargo dejé escapar como laucha por tirante, sumergido en la vorágine del mundo corporativo, perdido entre recibos de sueldo, viviendo en un constante viaje en colectivos suburbanos, yendo y viniendo, sin cesar.
Recordé que hasta hace poco soñaba con recuperarla, porque todo se me hacía insoportable.

Pensé en un millón de cosas. Pensé en ella con quien no pude estar, pensé en esa otra chica de mentirosos 20 y besos adolescentes en el Festival Provincial del Asado en Cholila. A propósito de eso, me sorprendió el verme a mi mismo entrar solo al gimnasio de la comarca devenido en escenario de recital del Tigre Ariel, en busca de esa dulce muchachita, armado con mi barba y mi remera de La Renga, único pelilargo y (aún más evidente) porteño de la bailanta... todo para degustar esos dulces labios sureños.
En fin, pensé y pensé. Me alegré mucho de tener a mi hermano como compañero de viaje.

Estoy tratando de controlar - con éxito hasta ahora - los violentos ataques de "necesidades" que tenemos en "la vida normal". Ansiedades de nada, si uno lo piensa en realidad.
La flora, los lagos y las montañas, son de gran ayuda. Pero la más árdua labor me depara en mi interior, que se ablanda con los bellos paisajes que regala la interminable Patagonia.
Esto recién comienza, y el show debe continuar.


La Fiesta Provincial del Asado, en Cholila, Villa Lago Puelo. Se comió mucho, y con las manos.

PD: unos días después de escribir esto, me robaron la mochila. Je.

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