Thursday, December 9, 2010

Bitácora Caminante - Sudamérica, Parte IV

23/01/2008
Ushuaia

Largo bondi a Finisterre (Relatos del fin del mundo)

Dos fronteras, cuatro controles aduaneros, ocho sellos en el pasaporte y mucho acento variado, gendarme y carabinero; todo eso en dieciseis horas que significaron llegar a la famosa Tierra del Fuego, Finisterre, último pedazo de tierra con patrimonio de un país en este planeta (aplicar misma fórmula para el viaje de salida).
Con toda esa ecuación como premisa, Ushuaia prometía (y resultó) ser un destino por demás interesante. Y así fue que La Isla, como llaman los locales a la ciudad más sureña del mundo, me convidó con una degustación de dos elementos que no puedo evitar querer que se repitan innumerables veces de aquí en adelante: por un lado, la libertad innata que viene de la mano de la falta de recursos y, por el otro, el regocijo interior que se produce como resultado de la interacción con el sexo opuesto.
Es increíble cuanto que estas dos situaciones, en un viaje, influyen de manera directa en el estado de ánimo del caminante. A esto, se suma a la lectura de Carlos Castaneda, que activa en uno - incluso de forma inconsciente - los mecanismos de misticismo y simbolización de la vida. Y la creencia-cuasi certeza de que los sucesos que vivimos no suceden fortuitamente...

Cuando pienso en eso, le busco una razón al porqué de no haber podido estar con ella como quería. Mis pensamientos me brindan una respuesta inmediata: siempre tuve una mala relación con las cuentas pendientes. Soy presa fácil de aquellas cosas que debí haber hecho y no hice, o aquellas que no hice correctamente, deambulando en el inútil afán de corregirlo.
Creo que ella vino para enseñarme que, a veces, quedan cuentas pendientes; y está bien. En otras palabras, no todo aquello que pudo haber sido, debió ser.

Muy parecido a la explicación de Don Juan a Castaneda, en un pasaje que acabo de leer tan sólo horas atrás: a veces hacemos promesas para con nuestros semejantes o con nosotros mismos que, con el tiempo, nos atascan en el camino de la vida; nos atan y no nos permiten avanzar. Tal caso es señal de que dicha promesa ha de ser cambiada, o bien dada por vencida, pues ya no sirve de nada.
Vienen a mi mente en este momento decenas de cuentas pendientes y promesas vacías que me he ido imponiendo con el correr de los años. Quizá haya llegado el momento de evaluarlas minuciosamente, una por una. Modificarlas. Anularlas, sin temor.
Me lo prometo.

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